Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante
oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras
peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús (Filipenses 4,
6-7)
“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y
estando cerradas las puertas del lugar donde los discípulos se encontraban por
miedo a los judíos, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a
vosotros. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Entonces los
discípulos se regocijaron al ver al Señor. Jesús entonces les dijo otra vez:
Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío. Después de decir
esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20, 19-22)
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